jueves, 24 de febrero de 2011

Y yo que creía saber lo que es la literatura... que equivocada estaba.

    
Empezamos pisando fuerte: definiendo la palabra literatura. Cada uno de nosotros hemos escrito lo que pensábamos que sería la literatura pero ninguno hemos acertado plenamente. Todas esas definiciones las hemos clasificado en tres términos:

- Literatura = ARTE
- Historia de la literatura = CORPUS
- Teoría de la literatura = DISCIPLINA

En el S.XVIII la literatura se definió como el arte de la palabra escrita pero a partir del S.XX pasó a denominarse arte de la palabra, dando importancia a la transmisión oral.
Por lo tanto, podemos decir que la literatura tiene las siguientes características:

- Es un Arte de la palabra ya que tiene una intencionalidad artística.
- Emplea la función expresiva y poética para crear una reacción en el espectador.
- Su contenido es ficción. Aunque una obra esté basada en hechos reales el autor siempre añade un toque ficticio.

La literatura se puede confundir con la paraliteratura pero ésta última no tiene el toque de ficción que caracteriza a la literatura. Por ejemplo, una biografía no sería literatura ya que su contenido no es ficticio. ¡¡Recordar!! No tiene ficción = no es literatura.

Umberto Eco creó la disciplina denominada semiótica, en la que analiza todo tipo de señales, iconos, signos, y su estructura. En su obra “Apocalípticos e integrados” habla de las nuevas formas de arte.
En esta época aparece el término subliteratura y os preguntaréis ¿qué es? Pues bien, la subliteratura es aquella literatura que se empieza a crear como producto de marketing y cuya intención es, principalmente, comercial. Sólo pensaban en lo que les podía gustar a la gente para así vender más y ganar dinero. Por todo esto, este término es peyorativo ya que no busca crear algo artístico que entretenga al público sino puro marketing.

Después de esta pequeña introducción vamos a meternos de lleno en la LITERATURA INFANTIL, que comprende hasta los 12-14 años dependiendo de la evolución del niño y de las editoriales.
Es una literatura de género y va destinada a un público concreto, por lo tanto, es una literatura de receptor implícito. También refleja los momentos evolutivos por los que pasan los niños, por ejemplo, si se encuentran en la etapa de socialización el libro ideal sería uno de pandillas.

Aunque nos resulte difícil de creer, la historia de la literatura infantil es inexistente hasta finales del S.XVIII y no se piensa en los niños como receptores implícitos de nada. También es verdad que por esa época muy pocos sabían leer, solamente sacerdotes, curas, monjas y algunos hijos de nobles.
En el Siglo de las Luces comienzan a crearse las escuelas en todo el mundo e incluso los niños pobres acuden a ellas.
Los niños aprendían a leer a los 10 años y los libros que leían eran historias sagradas y vidas de santos. La lectura era una instrucción muy poco empleada en el tiempo libre y sólo con el objetivo de formarse.

Aparecieron unos personajillos llamados juglares y con ellos los ciudadanos del pueblo escuchaban todo, no se censuraba nada. Los niños estaban allí por lo que en esa época sabían y veían todo.
La vida de los niños por aquel entonces era muy dura ya que a partir de los 6-7 años ya eran adultos y se ponían a trabajar o a ayudar a sus padres y, por supuesto, leían lo mismo que leían sus padres.
Las primeras manifestaciones literarias del S.XVIII no eran para niños ya que los menores de 7 años no entendían, entonces ¿para qué escribir para ellos, verdad?
Por el contrario, sí que comenzaron las primeras literaturas juveniles cuyo exponente más claro fue Julio Verne, que escribe sobre todo libros de aventuras y de ciencia ficción. Una obra importante es “Los tres mosqueteros”, la cuál fue inspirada por Alejandro Dumas.

Y esto ha sido todo por el momento. Volveré pronto :)








miércoles, 2 de febrero de 2011

Literatura infantil

Bueno ante todo este blog va dirigido a la literatura infantil. Estoy segura de que voy a aprender muchas cosas con esta asignatura.

¡¡Sonríe!! :)

Nada puede compararse con la sonrisa de un niño.